17 de abril de 2009

ENTREVISTA A DAVID RUBÍN

El verano pasado le hice esta entrevista a David Rubín. La fotografía está hecha enfrente del antiguo tanatorio en la calle Julio del Campo, en León.

David Rubín (Orense, 1977) es uno de los pocos autores de su generación que ha conseguido salir del circuito de fanzines para formar parte de la escena profesional del cómic español. Es finalista del primer Premio Nacional de Cómic que concede el Ministerio de Cultura y poseedor de algunos de los premios más prestigiosos que se otorgan en Galicia. Al frente del colectivo de dibujantes ‘Polaqia’, ha participado con sus cómics en el pasado ‘MoCCA Art Festival’ en Nueva York.

¿Cómo es pasar de publicar en fanzines y revistas a tener tanto reconocimiento en tan poco tiempo?

Soy el primer sorprendido. Nunca lo pretendí, nunca llegué a pensar que mis tebeos fueran a tener tanta repercusión. De hecho, tanto 'El circo del desaliento' como 'La tetería del oso malayo' están compuestos por historietas que había hecho tiempo antes junto a otras nuevas. Cuando empecé a publicar en la revista '2 veces breve' las historietas de Sigfrido no me imaginaba para nada que tuvieran su versión libro de golpe y porrazo, ni que tanta gente se sintiera identificada con ellas.

¿Sorprende ser finalista del Primer Premio Nacional de cómic?

La verdad es que me sorprende y me alegra. Lo del Premio Nacional es un empuje más para seguir dándome ganas de trabajar y seguir creando. Este mundo del cómic es bastante puta y muy de corredor de fondo. Muchas veces te dan ganas de tirar la toalla si no fuera por pequeñas alegrías, como ver que a la gente le llega tu trabajo y le emociona. Eso es un pago extraordinario.

¿Cómo empezaste a dibujar cómics?

Aprendí a leer con los tebeos porque siempre los tuve a mano. Me gustaban mucho los superhéroes, como el 'Daredevil' de Frank Miller. Y ya desde entonces me gustaba mucho dibujar. Cuando echo la vista atrás me recuerdo con cinco o seis años haciendo mis propias historietas, cutres y raras, o copiando la viñeta de alguien que me molaba. Fue más o menos con 13 o 14 años cuando empecé a leer 'Watchmen', 'Ronin', 'El señor de la noche' o 'Born Again' y me di cuenta de que todo esto era algo más que un mero entretenimiento. Me di cuenta de que yo también quería hacer tebeos.

Y ahora, ¿lees cómics?

Pues muchísimo, mucho y muy variado. Últimamente lo que más leo es manga y casi siempre antiguo, como Tezuca y Matsumoto, quitando cosas actuales que me gustan como '20th century boys' de Urasawa. De cómic europeo actual me gustan mucho David B, Christophe Blaine y Sfar.

¿Y españoles?

Siempre me han gustado Sequeiros, Olivares, Fernando Iglesias… Ahora hay gente que me gusta mucho como Carlos Vermut o Alberto Vázquez, lo que pasa es que se me hace muy raro hablar de ellos porque somos amigos.



¿Qué te parece el punto elitista que a veces le da a los tebeos la etiqueta ‘novela gráfica’?

Pienso que esa etiqueta puede beneficiar a la hora de captar nuevos lectores. Siempre he pensado que es bueno sacar el tebeo del gueto, del rollo freak, de que esto no sólo es una cosa de gente que se disfraza de Darth Vader. Si con esta etiqueta se consigue captar nuevos lectores, gente que empieza con Maus y termina por leerse mis trabajos, pues bienvenido sea, pero tampoco es algo que me preocupe, yo les llamo tebeos y es lo que más me gusta.

¿Cómo ves el panorama actual de cómic en Galicia?

Hay muchos autores y muy variados pero tampoco creo que sea la panacea que se está publicitando. Lo cierto es que nunca ha habido tantos autores y publicaciones ni tanta repercusión. Creo que aún no es el momento de decir que las cosas van de maravilla. Aunque ya tenemos el pie en el primer peldaño, o quizás en el segundo, hay que seguir avanzando. Hay autores muy buenos como Brais Rodríguez o Diego Blanco que en cambio no están publicando o solo lo hacen en monográficos. En cambio hay otra gente que no son nadie pero que se creen muchísimo y lo que están haciendo es ir bebiendo de la estela que hemos ido dejando unos pocos.

Acabas de terminar 'El secreto del bosque', tu primera película. ¿Cómo es competir con el cine de animación comercial?

Al contrario de lo que pueda pensar mucha gente mi película no es cine de autor. Soy de los que opinan que puedes hacer un producto mainstream y comercial pero que, al mismo tiempo, sea un producto digno. Por ejemplo, me gusta el cine de Spielberg, de Sam Raimi, me gusta 'Los Goonies' de Richard Donner, películas que veía cuando era pequeño y que ya no se hacen. Lo que me cansa mucho de la animación actual es ese rollo de las referencias a otras películas. En 'El espíritu del bosque' hay muchas referencias al cine de la Hammer, a Raimi, a Leone, pero de una forma que si no la conoces no pasa nada. Esas referencias están en el decorado y en el modo de planificar una secuencia, pero no en chistes.


¿En qué proyectos trabajas actualmente?

Acabo de terminar una adaptación al cómic de 'Romeo y Julieta' para SM. Tiene 30 páginas, es difícil condensar una historia tan densa en tan poco. He usado un estilo más naíf, sin fallarme a mí mismo pero jugando con el color de un modo especial. Creo que pese a ser un tebeo enfocado a un público infantil gustará a los lectores de mis otros trabajos. Por otro lado, llevo un año y medio trabajando en 'Cuaderno de tormentas' que saldrá en diciembre y lo editará Planeta. Es el tebeo más raro que he hecho en mi vida. Es una mezcla de cómic, cuaderno de viajes y libro ilustrado. Después de 'La tetería del oso malayo' pensaba que estaba todo controlado, que sabía cómo tenía que hacer las historias para que gustaran a la gente. Pensé, puedo hacer algo de ese estilo, pero también puedo hacer algo totalmente opuesto y arriesgarme. Será mi primer monográfico largo en color.

¿Cómo te gustaría que fuese tu carrera dentro de 15 años?

No tengo ni idea. Cuando tenía 14 años yo siempre pensaba: quiero ser como Frank Miller. Hoy por hoy no quiero ser como él. Mientras pueda seguir contando las historietas que me apetezca estaré tranquilo. Hacer lo que me dé la real gana sin que ningún editor me imponga cómo tengo que hacer mi trabajo. Si alguien quiere un trabajo mío que llame a mi puerta, pero que no me pida nada a la carta porque conmigo no lo va a conseguir.